INSOMNIO

Insomnio, o la hora de los lobos…

Mi vida es un insomnio feliz, interrumpido por horas de sueño…

Alguna vez leyendo descubrí una frase de Hemingway que se me repite cada noche: “La madrugada es la hora de los lobos” se grabó de inmediato en mi mente, aunque debo reconocer que ha tomado diferentes significados a lo largo de mi vida. Y hoy, sin duda, es insomnio.
Irse a la cama, ir a dormir es un ritual, ese que nos enseñan desde niños y que  de adultos  adecuamos  a nuestras necesidades personales. Sin embargo, ¿qué pasa si el cansancio no da paso a ese estadio llamado sueño, si los minutos caminan, corren lentos, se arrastran, damos mil vueltas en la cama, vemos algo de tele, leemos, tuiteamos gritándole al mundo que no podemos dormir? Al fin estresados, desesperados, le susurramos pidiendo ayuda a Morfeo. Pero él disfruta, se ríe burlón observándonos. Mas es simplemente  imposible cerrar los ojos  y desconectarse. Es entonces cuando los lobos aparecen amenazantes, todos juntos, en manada, y para bien o mal, cada quien decide. Sólo queda hacerles frente y estar listo para  la batalla, la cual puede  ser cruenta, agobiante, dolorosa o un delicioso paseo por las nubes. Esto  último no es tan simple de entender. Todos sabemos que después de un largo día de actividad, dormir repara, acomoda, consuela, nos deja listos para el día siguiente. Por lo tanto, ansiamos dormir, hibernar unas horas.
Se llama insomnio y es de esos invitados que sabemos cuándo llegan, mas no cuando se irán, porque es lo “esperado”, que se vayan pronto antes de que como huracán solo dejen  escombros. Aunque, claro, podemos usar algunos recursos, seguir recomendaciones, nada de café después de las seis, media  pastillita con algún nombre que usualmente termina en pan, una copa de vino para relajarse, leche tibia, otras  recetas. Difícilmente oiremos un “disfrútalo”, es un regalo, es tiempo robado a la noche, a la vida, tiene un lado que puede saber muy dulce si logras acercarte a los lobos y acariciarlos. Pocos lo ven o lo han entendido así y bajo esa premisa han construido  una relación estrecha con él. Después de muchas batallas, logré acercarme a los lobos, acariciarlos y que me devolvieran una sonrisa. Hoy es ese que yo llamo mi amado insomnio, un tiempo mío, que algunas veces uso o gasto según se vea en deshacer y remendar recuerdos, en imágenes pasadas; otras veces, por el contrario, analiza, es frío, racional, organiza días, eventos, pendientes personales, familiares, pero con frecuencia  por mi modo de ser construye ilusiones, sueños, deseos inconfesables, se llena de palabras, colores e imágenes, se convierte en un viaje de esos que guardas muy dentro por ser atesorados, queridos. A veces todo y de todos en una noche.
 Una vez entendido que el insomnio es como un amante furtivo que llegará por unas horas y se colará en tu cama; ha de esperarse ansiosa, anhelante, con los ojos muy abiertos, atenta a ver si los lobos llegan tiernos  o salvajes, si vienen con ánimo de devorarte o que los devores. Ellos solo vienen cual fiel reflejo de lo que nos pasa, de todo eso que nos quita el sueño. Ningún calificativo puede exentarse de ser usado con aquél que es el juego con que Morfeo nos burla y compensa…
“Demasiado en qué pensar”… me dijo una vez alguien muy querido ante su insomnio, alguien muy analítico, escondido entre los muros de un corazón sensible, enorme… Yo le añadiría a sus palabras: demasiado qué sentir…

 El insomnio siempre pondrá a luchar a la mente y al corazón, los confrontará en un ejercicio de balance, equilibrio necesario e indispensable. Dependiendo, claro, de nuestro yo, ese que en la oscuridad brota sin asomo de máscaras, sin maquillaje, porque en esas horas si de alguien no podemos escapar es de nosotros; si a alguien no podemos mentirle es a ese yo desnudo interior, a nuestros  lobos.
 El insomnio suele ocurrir por temporadas, a veces con razones reconocibles, obvias. Otras no sabemos por qué, no hay causas aparentes. Siempre es demasiado, siempre algo que se desborda sin control, que el día no alcanzó para procesarlo y que fluye  tormentoso hacia la noche.
Soy  una balanza, tengo dos lados muy marcados, y así como me gusta el control, también amo el descontrol, ese fluir desbordado que cada noche encauso de un modo distinto, con asombro, con expectativa. Que importa si al día siguiente pago el precio de esas horas robadas a la noche, lo valen. Dense la oportunidad de conocerlo, ábranle la puerta y abrácenlo, dejen que fluya lo que de su ser deba fluir. Para la mayoría será temporal y regresarán a dormir como siempre. El insomnio será simple anécdota…
Otros como yo, seguiremos con los ojos enormes, abiertos al asombro del nuevo viaje, ese que esperamos con el corazón latiendo cada noche…