Claro que te amé.


Dice la historia que yo una vez te amé, que escuché tu voz y conocí tu sonrisa.
Según recuerdo, me acicalaba el alma entre letras, libros, versos, canciones y uno que otro drama.
Alguna vez me sentí propia y propiedad, por si eso fuera posible. Pero me sentía mía, y me sentía tuya y eso lo era todo.
Alguna vez dejé que los sentimientos tuvieran dominio y te amé y hasta mejor que como dice en los libros, más allá de los metros, más allá de las miradas, más allá de las caricias.
Y ahora sólo me tengo que conformar con acariciarte de lejos.
No eres un fantasma, no eres recuerdo pero tampoco presente, no eres pasado porque no te has ido, no eres herida porque no dueles, no lo eres todo porque ya no somos nada; pero eres tú y eso es más que suficiente.
¿Te parezco conformista?
Somos muchos los que hemos aprendido a amar las nubes sin ni siquiera tocarlas.
A veces juego con las olas y te imagino mirándome, otras veces imagino que eres uno de los rayos del sol que me acaricia y otras veces en realidad prefiero ignorarte todo el día.
Tienes la habilidad de hacerte presente aunque yo no lo permita, mira tú, prometiste que nunca te irías, promesa cumplida. Pero no nos confundamos, yo tampoco estoy, pero te observo de cerca aunque te mantengo lejos, por el bien tuyo, pero sobre todo por el bienestar mío.
No sé cómo despedirme de ti en estas letras que escribo, así que te dejo un beso, de esos que quedaron guardados y que siempre fueron tuyos.