Escribimos sin dejar de lado la humildad. Escribimos con elegancia y modestia. Escribimos intentando no cometer el error de darle forma a las palabras, y dejar que ellas se formen solas, utilizando nuestras manos como medio de escape. Escribimos porque de eso depende nuestra tranquilidad, porque es un arte singular; lo hacemos porque lo sentimos, lo sufrimos, lo vivimos, y entregamos nuestra alma en cada párrafo. Escribimos sin ambiciones materiales, y porque otras personas dependen de nuestras letras para ser comprendidas. Básicamente el arte de escribir es una atracción recíproca entre el lector y el escritor; el autor escribe con sentimiento, y el lector imagina los detalles, llegando así a un punto intangible en que la literatura se convierte en un tipo de enlace permanente. La imaginación y la creatividad necesitan ser explotadas, y las letras se convierten en la mejor vía para ser plasmadas sin límites, en su expresión completa. Escribimos porque eso nos hace eternos a pesar de ser mortales. Porque si el mundo nos olvida, las letras siempre nombrarán nuestra memoria.